Escribir poesía es pintar el alma con palabras, poner música y
verdad al más hondo sentir, meterme en mi corazón y levitar, entrar en los
adentros de la gente para vivir en ella sin juzgarla, mirar el abismo de la
vida y de la muerte, cantar, custodiar el amor en su cortejo de luces y de
sombras, paladear lo dulce, lo amargo, lo triste, lo sereno, crecer en mí. Mi poema circula en silencio por los caminos de la noche abriendo
pausas al miedo, serenando las ausencias; invade la presencia de las cosas y
sabe que soy su centro; crece como un mensaje de luz en el canto de la alondra. Mi poema me encuentra en la
yema de mi ser y congrega a las personas en el uno de mi frente; pone mi boca
al servicio de las hadas y los ángeles; me arrastra en el barro de mi
condición, humana e imperfecta, y sale volando a encontrar la melodía limpia
del universo.