Si la vida entera me estalló en la
cara,
y de repente me hice pedacitos,
y mis miembros en cachos infinitos
dieron con la tierra entre espina y jara;
si no puedo pensar que nadie amara
mis gestos o mis cosas; y los gritos
de aves carniceras, pajaritos,
se bebieran mi linfa pura y clara;
si no tengo ya manos y, vacía,
en soledad, sin cuentos y sin besos,
sin saber qué hacer con estos huesos
ni esta hiel que deshizo mi alegría;
si siento que ya me ha llegado el día
de sanar mi mal, planes espesos,
mi casa, mi ser, raros procesos
que dan estrellas a mi poesía,
llamo a La Loba: gritará un poema,
soltará su voz, aullará un quejido.
Centrará mi hacer, trabará mi esquema.
Atará mis juntas, sanará mi oído,
anclará mi sien, mi estar, mi problema,
y pondrá mi muerte en el dulce olvido.
La lobuna loba, su fiero concierto,
lavando mi cara de sol y azucenas,
contiene mi daño, me calma lo incierto.
Cuando la sangre ya riega mis yemas
y sus fluidos en mi adentro vierto,
¡...mi alma se alza y... zarpan mi penas!
y de repente me hice pedacitos,
y mis miembros en cachos infinitos
dieron con la tierra entre espina y jara;
si no puedo pensar que nadie amara
mis gestos o mis cosas; y los gritos
de aves carniceras, pajaritos,
se bebieran mi linfa pura y clara;
si no tengo ya manos y, vacía,
en soledad, sin cuentos y sin besos,
sin saber qué hacer con estos huesos
ni esta hiel que deshizo mi alegría;
si siento que ya me ha llegado el día
de sanar mi mal, planes espesos,
mi casa, mi ser, raros procesos
que dan estrellas a mi poesía,
llamo a La Loba: gritará un poema,
soltará su voz, aullará un quejido.
Centrará mi hacer, trabará mi esquema.
Atará mis juntas, sanará mi oído,
anclará mi sien, mi estar, mi problema,
y pondrá mi muerte en el dulce olvido.
La lobuna loba, su fiero concierto,
lavando mi cara de sol y azucenas,
contiene mi daño, me calma lo incierto.
Cuando la sangre ya riega mis yemas
y sus fluidos en mi adentro vierto,
¡...mi alma se alza y... zarpan mi penas!