Dialemando
Un dialema es un diálogo
poético. Rodrigo escribe un poema y yo le respondo. Si leemos
en vertical, primero el poema de Rodrigo y luego el mío, tenemos dos poemas.
Pero si los leemos en horizontal, trabando las líneas verso a verso, tenemos un
tercer poema, diferente, complementario, que nos convoca a un paisaje
interpersonal más amplio.
Maravillosa explicación del Ave Fénix y Fenghuang
Quisiera aclarar algunas cosas
Rodrigo Martín Munuera No es un nudo lo que hay en la garganta, es una trenza de raíz. Las mariposas del estómago más bien son murciélagos encaramados. Cuando te miro a ti me veo a mí. Al cerrar los ojos no siento el pulso en los párpados, siento la sangre inundar el aire negro. Mi corazón no galopa ni cabalga, se golpea cual loco contra las paredes. Y no es que dé palos de ciego, es que en lugar de remos mi barca lleva alas. También quisiera aclarar que la tristeza no me embarga, me desahucia. Y no tengo miedo, tengo pánico. Pero no te confundas, la trenza me la como con patatas cada día (con salsa picante está exquisita). Los murciélagos me hacen reír hasta el delirio. Para no aburrirme al verme en cada espejo, en cada esquina, me peino diferente si es de noche o si es de día. La sangre que me inunda me emborracha, el loco de mi pecho es sólo un tarado, y en mi embarcación alada cabemos todos, haciendo el pino, de pie o sentados. Le agradezco el desahucio a la tristeza porque prefiero ser nómada. ¿Y el pánico? El pánico me da la puta vida. Quisiera aclarar algunas cosas, pero no todas porque son muchas. No necesito que me entiendas Sólo que parezca que me escuchas |
Aunque no lo creas
Marta Abadía Cuando te escucho y no entiendo, lo que me cuesta tragar son las dudas que traban mis articulaciones. Cuando me veo me dan ganas de llorar. Siento tus ojos me traspasa la piel un fulgor de arañas y rasca mis oídos el vacío. Mi pulso no se agita, se desboca en abismos intangibles. A pesar del suelo bajo mis pies, el agua se levanta ante mi cara. Es preciso decir que la pena no me asfixia, me traga y, sin querer, me licúo en desalojos. No creas: paso el tiempo paladeando la sombra (pero sabe a pan y chocolate). Las cosquillas se jactan de mí. Para alegrarme miro la imagen de mi cuerpo, y rizo mis dedos con gomina. Y el vino se hace mar en mis pupilas, y los duendes se revuelven en mi frente, y un tsunami y los maretazos nos revuelcan por la playa. Rezo a mi vientre plegarias de sonrisas porque la libertad me llama. ¿Y qué ocurre con la gente? La gente y tú y yo somos el mundo. Necesito sentir tus palabras en mi oído: porque son tu huella en mis axones. Y, siendo yo tú mismo, aunque no lo creas, te comprendo |