Marta Abadía, Eco-feminista, Poetisa, Relatora
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FILOSOFÍA DE VIDA

Digamos que mi filosofía de vida se parece al Camino de Santiago. Claro, si alguien no ha hecho el Camino, no me puede comprender. Por tanto, explicaré que hice esa peregrinación hace quince años, cuando llegar a los albergues era una fiesta de peregrinos que te acogían, aquí con un barreño de agua y vinagre para lavar los pies, allí con un plato de higos o peras, allá con sopa.

Todo el tiempo, los casi mil kilómetros que anduve, caminar fue ir reduciendo las piedras y matojos y charcos a anécdotas personales, conocer personas que me cambiaron la vida y, sobre todo, austeridad. Amanecer, caminando de espaldas para ver salir el sol entre las lomas era la celebración del día, y la lluvia o el sol eran accidentes de silencio.

Mi camino, mi peregrinar junto a amigas entrañables, fue una constante reflexión sobre lo innecesario de casi todo lo que, antes y después del Camino, he poseído, una sencilla charla sobre el hoy, sobre el ahora, y un ocuparnos de labores elementales, como lavar la ropa, comer en compañía de gentes buenas y un saludo constante: “buen camino”, que caía de la boca de toda persona que se cruzara conmigo. Todo se redujo a compartir, reír y andar, andar, andar.

Esa sencillez quiero que sea mi vida. El Camino me cambió. Convirtió mi ser interior y mi estar exterior en un llaneo, una cuesta, un paso por aguas entre piedras, un trepar las lomas para bajar, con el aire en la cara y la noche, la lluvia o el sol penetrando por los poros. Simplemente ser. O estar. No tener, sino respirar y aprender y pasar y alegrarme de estar viva y de haber hecho el esfuerzo necesario para llegar a la meta del día. Esa filosofía simple es la estrella que me va guiando.

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