Marta Abadía, Eco-feminista, Poetisa, Relatora
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    • De "Vivir es un laberinto"
    • De: "Cruces y nombres"
    • Capítulo I: El canario desnudo
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    • Entibiar el invierno
    • Canción de otoño
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    • Yo te sigo, mi amor
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Salvando a Irma

ImagenSchiele. Mujer sentada. hebearte.wordpress.com
Cuando Irma iba a casarse, mamá opinó que no era buena idea. Según ella, Pablo era un piernas y no le daría más que disgustos. Los “piernas”, según mamá, eran gente “buena para nada”. Y esa definición tuvo el desacierto de ser exacta. En realidad, peor que exacta. Porque al cabo de tres años, Irma iba, la pobre, de una casa a otra de sus familiares pidiendo auxilio y protección contra los malos tratos de Pablo, que no se reducían a meras palabras y desprecios. Pero esos mismos familiares que celebraron su boda con bailes, ahora le daban la espalda con respuestas como que nadie puede entrar en la vida de otras personas y tal y cual. Al fin, Irma llamó un abogado al que, por cierto, no podía pagar y, como mamá decidió hacerse cargo de su minuta, fue él quien, horrorizado, llamó a mamá para explicarle lo de Pablo. El marido, le informó, no colaborará; dice que Irma no se quiere divorciar, que está tan nerviosa que va a tener un accidente y se va a matar; y…, si ella muere y él se ha divorciado, ¿cómo va él a heredar? Y sólo entonces supimos que, además de casarse y entregarle su vida, su cuerpo, sus ojos, sus manos y su alma, Irma le había dicho a Pablo que era la heredera universal de la fortuna de la abuela.

Imagen
Toulouse-Lautrec. Mujer haciendo la toilette
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