Una historia para fijar el alma

Hace un par de años, en mi grupo de gimnasia para la tercera edad, conocí a Ernestina. Tenía ¡90 años! y la mujer se estiraba y jugaba a la pelota por la nave del gimnasio tratando de igualar el récord del viejo más viejo del grupo -detrás de ella- que tenía 79.
En el gim, yo solía ponerme a su lado, porque su presencia me inspiraba y porque cuando le dolían los huesos, se agarraba a mí riendo y exclamando cosas como: "¡Tú que eres joven, puedes saltar, pero yo no te dejo!". Estamos hablando de un grupo de jubilatas haciendo ejercicios de paseo rápido y estiramientos con bolas y palos de escoba, no de atletas compitiendo por el récord; es decir, que yo de joven, nada. Pero, claro, ella sentía que "no me dejaba", porque, a veces, el dolor de sus articulaciones le hacía difícil caminar, y, entonces, ella apoyaba todo su peso sobre mí. Lo importante es que, con dolor y todo, ella reía siempre y no cejaba en su empeño de vivir.
Un día, fuimos a la piscina. Nuestro monitor, que se llamaba Enrique y era muy marchoso, pensaba que "sus" viejitos teníamos que nadar. Y en el camino de la piscina que, como vivimos en pueblos dispersos, nos pilla lejos, en el bus, Ernestina y yo nos sentamos juntas. Ella, a su estilo, se agarraba a mi mano y decía: "Si viene una curva fuerte, me sujetas; pero no demasiado fuerte, que me duelen los huesos". Ernestina, pensaba yo ¿y el agua te sentará bien? Sin preguntarle nada, me respondió espontánea: "A mí el agua me sienta estupendamente. Porque nací en el río y porque en el mismo río maté a un tipo que me quiso violar".
Os lo imagináis: me dejó boquiabierta, medio paralítica mental, obturada. Y en mi silencio, durante todo el camino, me contó su historia entera, llena de pormenores y anécdotas y mensajes sabrosos.
Al terminar, me dijo: ¿Tú no eres escritora? ¡Pues, hala, ahí tienes, una novela! Escríbela. Y, añadió: escríbela para fijar mi alma.
La historia de Ernestina es el tema de mi próxima novela. Así, escribiéndola, como ella quería, estoy tratando de fijar su alma a la mía, fijarla al mundo, sujetarla fuerte, para que no se escape de entre nosotros.
Si tienes una historia, te invito aquí a contarla. Te animo con todas mis ganas a compartirla.
Cuenta sólo lo que tú quieras contar.
Y, luego, si te apetece, como escritora, anímame a ayudarte a fijar tu alma.
En el gim, yo solía ponerme a su lado, porque su presencia me inspiraba y porque cuando le dolían los huesos, se agarraba a mí riendo y exclamando cosas como: "¡Tú que eres joven, puedes saltar, pero yo no te dejo!". Estamos hablando de un grupo de jubilatas haciendo ejercicios de paseo rápido y estiramientos con bolas y palos de escoba, no de atletas compitiendo por el récord; es decir, que yo de joven, nada. Pero, claro, ella sentía que "no me dejaba", porque, a veces, el dolor de sus articulaciones le hacía difícil caminar, y, entonces, ella apoyaba todo su peso sobre mí. Lo importante es que, con dolor y todo, ella reía siempre y no cejaba en su empeño de vivir.
Un día, fuimos a la piscina. Nuestro monitor, que se llamaba Enrique y era muy marchoso, pensaba que "sus" viejitos teníamos que nadar. Y en el camino de la piscina que, como vivimos en pueblos dispersos, nos pilla lejos, en el bus, Ernestina y yo nos sentamos juntas. Ella, a su estilo, se agarraba a mi mano y decía: "Si viene una curva fuerte, me sujetas; pero no demasiado fuerte, que me duelen los huesos". Ernestina, pensaba yo ¿y el agua te sentará bien? Sin preguntarle nada, me respondió espontánea: "A mí el agua me sienta estupendamente. Porque nací en el río y porque en el mismo río maté a un tipo que me quiso violar".
Os lo imagináis: me dejó boquiabierta, medio paralítica mental, obturada. Y en mi silencio, durante todo el camino, me contó su historia entera, llena de pormenores y anécdotas y mensajes sabrosos.
Al terminar, me dijo: ¿Tú no eres escritora? ¡Pues, hala, ahí tienes, una novela! Escríbela. Y, añadió: escríbela para fijar mi alma.
La historia de Ernestina es el tema de mi próxima novela. Así, escribiéndola, como ella quería, estoy tratando de fijar su alma a la mía, fijarla al mundo, sujetarla fuerte, para que no se escape de entre nosotros.
Si tienes una historia, te invito aquí a contarla. Te animo con todas mis ganas a compartirla.
Cuenta sólo lo que tú quieras contar.
Y, luego, si te apetece, como escritora, anímame a ayudarte a fijar tu alma.