Entrevista a Ángela Munuera, estudiante de la llicenciatura de Estudios de Asia Oriental: «Nunca es tarde para aprender»
Por Joan Pla
(Entrevista en la UOC, en castellano: )
24 febrero de 2014
1) Disculpa el comentario, pero no es muy habitual encontrar estudiantes universitarios de 69 años... ¿Por qué decidiste empezar estudios universitarios?
Bueno, yo creo que nunca es tarde para aprender. Por otra parte, he pasado mi vida siempre estudiando. Me gusta aprender, me gusta el reto de abrir camino a ideas nuevas y a saberes de campos diferentes, me gusta cuestionarlo todo. Cuando me jubilaron (yo era profesora de inglés y recibí el palo de una jubilación forzosa, debido al progreso de la discapacidad visual y auditiva), tenía sólo 57 años. La verdad, no me pareció que hubiese entrado “ya” en edad de “dejarme ir”. Entonces me puse a estudiar psicología en la Open University del Reino Unido, cuando terminé esa carrera hice en la UNED un máster en violencia de género que me llevó cuatro años; y luego me puse a cavilar si sería mejor aprender matemáticas, física o hacer otra carrera de Humanidades, pero en otro campo. ¿Por qué carrera y no estudios aislados o simplemente leer sobre temas en los campos de mi interés?: porque una carrera es un desafío largo y sostenido y, además, me pone en contacto con personas que comparten el mismo interés y el mismo desafío. Eso es muy estimulante.
2) ¿Y por qué Estudios del Asia Oriental en la UOC?
No hay una sola razón, sino varias. Cuando me encontraba en ese impasse de qué otra cosa nueva estudiar, supe por una de mis hijas que la UOC ofrecía esta licenciatura y me intrigó. La UOC me encanta. Tiene un sistema de presentación de los estudios, una metodología, un —digamos— “estilo” que me permite implicarme a fondo en el aula y con mis compañeros y profesores, que mantiene mi interés sostenido y en alza, y siempre en contacto con personas que tienen los mismos intereses que yo. En mi concepto de universidad, descarto aquéllas que simplemente ofrecen programas de estudio, sin cuidar el contacto entre las personas. En mi visión de la vida, una Universidad debe ser un microcosmos de relaciones, un constante reto intelectual y un compartir imprescindible. Además, vivo en el campo y no conozco ninguna otra universidad que ofreciera Estudios de Asia Oriental de forma virtual o a distancia. El tema de Asia Oriental, un mundo en el que era totalmente ignorante, desde el principio me ha fascinado. De hecho, ha revolucionado mis valores, mi cultura, mi posicionamiento ante la vida e incluso mis relaciones personales. Eso ¡sin hablar, por ejemplo, del desafío a mis neuronas con la lengua china!
3) En tu caso tienes la dificultad añadida de padecer una discapacidad visual y auditiva. ¿Cómo lo sobrellevas respecto a los estudios? ¿Utilizas alguna herramienta especial? ¿Te ayuda alguna persona?
Sí, la discapacidad visual es francamente una dificultad añadida a mi vida, pero no sólo al campo de los estudios, sino a todos los campos. Debido a una enfermedad autoinmune adquirida, perdí la visón completa de un ojo y más de la mitad del del otro. Eso es complicado para moverme en todos los terrenos, pues no he tenido aprendizaje con gente que sepa de eso, sino que ido improvisando sola cómo moverme. Por suerte, el cuerpo aprende. Las manos aprenden a reconocer muchas cosas que antes reconocían los ojos. Y la propia visión reta a las neuronas a reconocer aquello que sabían antes y lo van situando. El ordenador es clave en esto. Si tuviera que estudiar sólo sobre papel, no podría, pues mi vista a veces se niega a seguir. Pero gracias a las variaciones de tamaños y colores que puedo hacer en la pantalla, la cosa es mucho más llevadera. La enfermedad cursa en crisis. Cuando tengo crisis, a veces paso semanas sin poder leer tampoco en el ordenador. Pero mi familia me ayuda leyéndome los temas en alta voz y comentándolos conmigo; a veces es difícil, porque tampoco oigo mucho; pero nos vamos arreglando, y vivo en la confianza de poder terminar la carrera antes de quedarme ciega o sorda del todo. Y, si ocurriera, algo haría. Estoy dispuesta a aprender también eso, que (dicen los médicos que…) probablemente… me ocurrirá… No lo pienso: aprovecho el momento: ahora puedo, me digo.
Tampoco escondo mis dificultades y creo que eso es clave, porque la gente me ayuda contenta. Estoy muy agradecida, por ejemplo, a mis compañeros y profesores, que escriben con letra grande en los foros para que yo pueda leer sus mensajes; más de una vez mis profesoras de chino han grabado cosas de forma clara, para que las pueda escuchar y comprender; o, cuando voy a los exámenes, me dan unas sábanas enormes escritas con tipos grandes que leo sin dificultad…
En la universidad inglesa donde estudié psicología, me mandaban cintas grabadas con la lectura de todos los temas, un programa que llevaban compañeros voluntarios para los que teníamos problemas visuales; cosa que me ayudaba muchísimo y me hacía sentir un agradecimiento extraordinario.
4) ¿Y tu familia qué dice del hecho de tener una “abuela universitaria”?
Mi familia está acostumbrada a mis peculiaridades. Ellos entienden que estudiar me da la vida. Mis nietos lo viven con salero. Mi nieta Alma (de 9 años) dijo un día en el colegio que su abuela sabía chino y la profesora me llamó para pedirme que diera un taller a los niños en el ámbito de las diferencias lingüísticas y culturales del mundo. Terminamos representando El Patito Feo en castellano y chino, en un teatrillo de sombras. Mi profesora de chino me ayudó a escribir el cuento en chino y mis compañeros de aula me dieron aliento y risas para seguir. Fue increíble.
5) Háblanos un poco de tu faceta de escritora, por favor.
Escribo desde que era niña. Ser escritora es como vivir dos o más veces: vivir y comprender y volver a vivir y reinterpretar. Tal vez suene un poco esquizofrénico decir que, cuando me “vuelvo escritora”, adquiero una personalidad diferente y hasta cambio de nombre y de ser. Como escritora, mi nombre es Marta Abadía (en homenaje a mi tatarabuela Abadía, madre de mi bisabuelo Munuera Abadía, también escritor). Mi familia sabe que cuando “me vuelvo Marta Abadía”, de algún modo dejo de ser Ángela: no hablo de cosas cotidianas ni duermo ni como ni estoy igual que los otros momentos; sino que me vuelco en un mundo interior de relaciones y símbolos y mensajes que busca nacer a toda costa. En ese silencio, que mi gente respeta, pueden nacer mis escritos.
Vivo con gran fuerza la creación de personajes y de historias; como si crear esos mundos fuese crucial para poder expresar quién o qué en realidad soy. Mis personajes me atrapan y se expresan y me llevan a conocer realmente cuáles son los significados profundos de las vivencias de mi vida, de manera que mis símbolos agarran el mensaje que yo querría dar y lo dicen a su manera, siempre mucho más hermosa y más vívida que la vida “real”. La poesía, por su parte, es como música en palabras, como una cascada de interpretaciones y colores que me baña y, a su manera, baña también mi prosa. Escribir, pues, que es un mundo inventado y simbólico, se convierte en una vida más verdadera y más profunda que el día a día. En todo esto, mis estudios tienen mucho que ver, porque todo lo que voy aprendiendo en vida y libros va saliendo en historias y poemas y se desenrosca de mí como si fueran capas de mi ser que quieren compartirse con el mundo. Es toda una experiencia.
Escribo mucho más de lo que publico. Tengo unos treinta libros inéditos y he publicado sólo siete u ocho (que pueden verse en amazon y en mi web).
6) ¿Has ganado algún premio literario, verdad?
Sí. He ganado algunos, aunque sin mucha fe en los concursos, la verdad.
El primer libro de poemas que envié a un concurso (El mundo al final) ganó el primer premio, que constaba de algo de dinero y su publicación. Pero hubo no sé qué problema y el libro no llegó a publicarse. Lo mismo me ocurrió con la primera novela (Un mundo tan pequeño); aquí el problema fue una desavenencia con el editor, quien estaba empeñado a toda costa en completar y cambiar escenas de la historia a su manera; y como no se lo permití, decidió que no publicaría el libro. Así, me quedé “compuesta y sin novio”.
Pero, sí he ganado varios premios literarios. Por ejemplo: el Foro de poesía; el Jeromín de cuentos; el María Giralt de relatos; el Altea, de novela; el José Rodao de poesía; el Patio de poesía... Uno de los que más me enorgullecen es el Francisco Giner de los Ríos; aunque era un premio a la innovación educativa, y no a la creación literaria, fue un premio a un taller de literatura en inglés con mis alumnos, que trabajamos durante un año entero, y todo el trabajo estaba lleno de creación literaria que nos hizo crecer a todos como personas.
7) ¿Qué le dirías a una persona mayor o que tenga algún tipo de discapacidad sobre la posibilidad de empezar estudios universitarios? ¿Se lo recomiendas?
Yo no creo en el tópico de que los mayores no pueden aprender. Y tampoco creo en que las discapacidades nos limiten más que la llamada “normalidad”. Nos limitamos porque creemos que estamos limitados. Siempre hay problemas; pero siempre se puede hacer algo. Yo misma soy, en verdad, el ejemplo vivo de que se puede aprender a cualquier edad. De mayor, no sólo he seguido estudiando carreras, sino también lenguas vivas. He aprendido alemán, italiano, búlgaro, portugués y chino. Aprendí de mayor a tocar la flauta travesera y ahora estoy estudiando guitarra clásica. Siempre estoy aprendiendo algo. La vida está tan llena de sensaciones, aventuras y vivencias —y aprender es toda una aventura y una vivencia— que recomiendo a todo el mundo. Pero también sé que eso depende mucho de la filosofía de vida de cada cual y de sus gustos. Recomendar a los mayores que hagan estudios universitarios…, no sé… Cada cual sabrá lo que quiere. Pero recomendar que sigamos aprendiendo algo nuevo siempre, eso sí: ¡Hay tantas cosas! ¡Y tan fascinantes!
8) ¿Tienes algún proyecto pensado para cuando termines los estudios de Asia Oriental?
Realmente, lo que me gustaría es ir a China un tiempo, no como turista, sino a trabajar, quizá enseñar inglés o algo de psicología o castellano… o, yo qué sé, a cuidar bosques de bambú o rescatar pandas… con idea de soltarme en la lengua, pues aquí es casi imposible encontrar personas con quienes hablar chino y me encantaría perfeccionar la lengua, aparte de poder vivir la cultura, conocer gente, hacer amigos… Pero… entre la progresión de mis problemas de vista y oído, mi edad y mi situación familiar, lo veo difícil. Sin embargo, no lo he descartado. Siempre conservo abierto el horizonte de mis sueños.
Si no puedo realizar ese sueño, seguramente seguiré estudiando y escribiendo. En el campo de la escritura, me queda mucho que decir. Y, además, quiero publicar todos mis libros y deseo que la gente los lea, pues humildemente creo que cada uno de ellos dice algo importante. En el terreno de los estudios me queda mucho que aprender. Me gustaría investigar sobre mujeres piratas chinas. Y también me enfrento a la alternativa de ir cubriendo otros campos que ignoro, por ejemplo empezar en serio con las matemáticas o la física, tan largamente arrumbadas en mis estudios...
Por Joan Pla
(Entrevista en la UOC, en castellano: )
24 febrero de 2014
1) Disculpa el comentario, pero no es muy habitual encontrar estudiantes universitarios de 69 años... ¿Por qué decidiste empezar estudios universitarios?
Bueno, yo creo que nunca es tarde para aprender. Por otra parte, he pasado mi vida siempre estudiando. Me gusta aprender, me gusta el reto de abrir camino a ideas nuevas y a saberes de campos diferentes, me gusta cuestionarlo todo. Cuando me jubilaron (yo era profesora de inglés y recibí el palo de una jubilación forzosa, debido al progreso de la discapacidad visual y auditiva), tenía sólo 57 años. La verdad, no me pareció que hubiese entrado “ya” en edad de “dejarme ir”. Entonces me puse a estudiar psicología en la Open University del Reino Unido, cuando terminé esa carrera hice en la UNED un máster en violencia de género que me llevó cuatro años; y luego me puse a cavilar si sería mejor aprender matemáticas, física o hacer otra carrera de Humanidades, pero en otro campo. ¿Por qué carrera y no estudios aislados o simplemente leer sobre temas en los campos de mi interés?: porque una carrera es un desafío largo y sostenido y, además, me pone en contacto con personas que comparten el mismo interés y el mismo desafío. Eso es muy estimulante.
2) ¿Y por qué Estudios del Asia Oriental en la UOC?
No hay una sola razón, sino varias. Cuando me encontraba en ese impasse de qué otra cosa nueva estudiar, supe por una de mis hijas que la UOC ofrecía esta licenciatura y me intrigó. La UOC me encanta. Tiene un sistema de presentación de los estudios, una metodología, un —digamos— “estilo” que me permite implicarme a fondo en el aula y con mis compañeros y profesores, que mantiene mi interés sostenido y en alza, y siempre en contacto con personas que tienen los mismos intereses que yo. En mi concepto de universidad, descarto aquéllas que simplemente ofrecen programas de estudio, sin cuidar el contacto entre las personas. En mi visión de la vida, una Universidad debe ser un microcosmos de relaciones, un constante reto intelectual y un compartir imprescindible. Además, vivo en el campo y no conozco ninguna otra universidad que ofreciera Estudios de Asia Oriental de forma virtual o a distancia. El tema de Asia Oriental, un mundo en el que era totalmente ignorante, desde el principio me ha fascinado. De hecho, ha revolucionado mis valores, mi cultura, mi posicionamiento ante la vida e incluso mis relaciones personales. Eso ¡sin hablar, por ejemplo, del desafío a mis neuronas con la lengua china!
3) En tu caso tienes la dificultad añadida de padecer una discapacidad visual y auditiva. ¿Cómo lo sobrellevas respecto a los estudios? ¿Utilizas alguna herramienta especial? ¿Te ayuda alguna persona?
Sí, la discapacidad visual es francamente una dificultad añadida a mi vida, pero no sólo al campo de los estudios, sino a todos los campos. Debido a una enfermedad autoinmune adquirida, perdí la visón completa de un ojo y más de la mitad del del otro. Eso es complicado para moverme en todos los terrenos, pues no he tenido aprendizaje con gente que sepa de eso, sino que ido improvisando sola cómo moverme. Por suerte, el cuerpo aprende. Las manos aprenden a reconocer muchas cosas que antes reconocían los ojos. Y la propia visión reta a las neuronas a reconocer aquello que sabían antes y lo van situando. El ordenador es clave en esto. Si tuviera que estudiar sólo sobre papel, no podría, pues mi vista a veces se niega a seguir. Pero gracias a las variaciones de tamaños y colores que puedo hacer en la pantalla, la cosa es mucho más llevadera. La enfermedad cursa en crisis. Cuando tengo crisis, a veces paso semanas sin poder leer tampoco en el ordenador. Pero mi familia me ayuda leyéndome los temas en alta voz y comentándolos conmigo; a veces es difícil, porque tampoco oigo mucho; pero nos vamos arreglando, y vivo en la confianza de poder terminar la carrera antes de quedarme ciega o sorda del todo. Y, si ocurriera, algo haría. Estoy dispuesta a aprender también eso, que (dicen los médicos que…) probablemente… me ocurrirá… No lo pienso: aprovecho el momento: ahora puedo, me digo.
Tampoco escondo mis dificultades y creo que eso es clave, porque la gente me ayuda contenta. Estoy muy agradecida, por ejemplo, a mis compañeros y profesores, que escriben con letra grande en los foros para que yo pueda leer sus mensajes; más de una vez mis profesoras de chino han grabado cosas de forma clara, para que las pueda escuchar y comprender; o, cuando voy a los exámenes, me dan unas sábanas enormes escritas con tipos grandes que leo sin dificultad…
En la universidad inglesa donde estudié psicología, me mandaban cintas grabadas con la lectura de todos los temas, un programa que llevaban compañeros voluntarios para los que teníamos problemas visuales; cosa que me ayudaba muchísimo y me hacía sentir un agradecimiento extraordinario.
4) ¿Y tu familia qué dice del hecho de tener una “abuela universitaria”?
Mi familia está acostumbrada a mis peculiaridades. Ellos entienden que estudiar me da la vida. Mis nietos lo viven con salero. Mi nieta Alma (de 9 años) dijo un día en el colegio que su abuela sabía chino y la profesora me llamó para pedirme que diera un taller a los niños en el ámbito de las diferencias lingüísticas y culturales del mundo. Terminamos representando El Patito Feo en castellano y chino, en un teatrillo de sombras. Mi profesora de chino me ayudó a escribir el cuento en chino y mis compañeros de aula me dieron aliento y risas para seguir. Fue increíble.
5) Háblanos un poco de tu faceta de escritora, por favor.
Escribo desde que era niña. Ser escritora es como vivir dos o más veces: vivir y comprender y volver a vivir y reinterpretar. Tal vez suene un poco esquizofrénico decir que, cuando me “vuelvo escritora”, adquiero una personalidad diferente y hasta cambio de nombre y de ser. Como escritora, mi nombre es Marta Abadía (en homenaje a mi tatarabuela Abadía, madre de mi bisabuelo Munuera Abadía, también escritor). Mi familia sabe que cuando “me vuelvo Marta Abadía”, de algún modo dejo de ser Ángela: no hablo de cosas cotidianas ni duermo ni como ni estoy igual que los otros momentos; sino que me vuelco en un mundo interior de relaciones y símbolos y mensajes que busca nacer a toda costa. En ese silencio, que mi gente respeta, pueden nacer mis escritos.
Vivo con gran fuerza la creación de personajes y de historias; como si crear esos mundos fuese crucial para poder expresar quién o qué en realidad soy. Mis personajes me atrapan y se expresan y me llevan a conocer realmente cuáles son los significados profundos de las vivencias de mi vida, de manera que mis símbolos agarran el mensaje que yo querría dar y lo dicen a su manera, siempre mucho más hermosa y más vívida que la vida “real”. La poesía, por su parte, es como música en palabras, como una cascada de interpretaciones y colores que me baña y, a su manera, baña también mi prosa. Escribir, pues, que es un mundo inventado y simbólico, se convierte en una vida más verdadera y más profunda que el día a día. En todo esto, mis estudios tienen mucho que ver, porque todo lo que voy aprendiendo en vida y libros va saliendo en historias y poemas y se desenrosca de mí como si fueran capas de mi ser que quieren compartirse con el mundo. Es toda una experiencia.
Escribo mucho más de lo que publico. Tengo unos treinta libros inéditos y he publicado sólo siete u ocho (que pueden verse en amazon y en mi web).
6) ¿Has ganado algún premio literario, verdad?
Sí. He ganado algunos, aunque sin mucha fe en los concursos, la verdad.
El primer libro de poemas que envié a un concurso (El mundo al final) ganó el primer premio, que constaba de algo de dinero y su publicación. Pero hubo no sé qué problema y el libro no llegó a publicarse. Lo mismo me ocurrió con la primera novela (Un mundo tan pequeño); aquí el problema fue una desavenencia con el editor, quien estaba empeñado a toda costa en completar y cambiar escenas de la historia a su manera; y como no se lo permití, decidió que no publicaría el libro. Así, me quedé “compuesta y sin novio”.
Pero, sí he ganado varios premios literarios. Por ejemplo: el Foro de poesía; el Jeromín de cuentos; el María Giralt de relatos; el Altea, de novela; el José Rodao de poesía; el Patio de poesía... Uno de los que más me enorgullecen es el Francisco Giner de los Ríos; aunque era un premio a la innovación educativa, y no a la creación literaria, fue un premio a un taller de literatura en inglés con mis alumnos, que trabajamos durante un año entero, y todo el trabajo estaba lleno de creación literaria que nos hizo crecer a todos como personas.
7) ¿Qué le dirías a una persona mayor o que tenga algún tipo de discapacidad sobre la posibilidad de empezar estudios universitarios? ¿Se lo recomiendas?
Yo no creo en el tópico de que los mayores no pueden aprender. Y tampoco creo en que las discapacidades nos limiten más que la llamada “normalidad”. Nos limitamos porque creemos que estamos limitados. Siempre hay problemas; pero siempre se puede hacer algo. Yo misma soy, en verdad, el ejemplo vivo de que se puede aprender a cualquier edad. De mayor, no sólo he seguido estudiando carreras, sino también lenguas vivas. He aprendido alemán, italiano, búlgaro, portugués y chino. Aprendí de mayor a tocar la flauta travesera y ahora estoy estudiando guitarra clásica. Siempre estoy aprendiendo algo. La vida está tan llena de sensaciones, aventuras y vivencias —y aprender es toda una aventura y una vivencia— que recomiendo a todo el mundo. Pero también sé que eso depende mucho de la filosofía de vida de cada cual y de sus gustos. Recomendar a los mayores que hagan estudios universitarios…, no sé… Cada cual sabrá lo que quiere. Pero recomendar que sigamos aprendiendo algo nuevo siempre, eso sí: ¡Hay tantas cosas! ¡Y tan fascinantes!
8) ¿Tienes algún proyecto pensado para cuando termines los estudios de Asia Oriental?
Realmente, lo que me gustaría es ir a China un tiempo, no como turista, sino a trabajar, quizá enseñar inglés o algo de psicología o castellano… o, yo qué sé, a cuidar bosques de bambú o rescatar pandas… con idea de soltarme en la lengua, pues aquí es casi imposible encontrar personas con quienes hablar chino y me encantaría perfeccionar la lengua, aparte de poder vivir la cultura, conocer gente, hacer amigos… Pero… entre la progresión de mis problemas de vista y oído, mi edad y mi situación familiar, lo veo difícil. Sin embargo, no lo he descartado. Siempre conservo abierto el horizonte de mis sueños.
Si no puedo realizar ese sueño, seguramente seguiré estudiando y escribiendo. En el campo de la escritura, me queda mucho que decir. Y, además, quiero publicar todos mis libros y deseo que la gente los lea, pues humildemente creo que cada uno de ellos dice algo importante. En el terreno de los estudios me queda mucho que aprender. Me gustaría investigar sobre mujeres piratas chinas. Y también me enfrento a la alternativa de ir cubriendo otros campos que ignoro, por ejemplo empezar en serio con las matemáticas o la física, tan largamente arrumbadas en mis estudios...